lunes, 31 de octubre de 2011

Ella me dijo que No - Bunbury

Ella me dijo que no...
la decepcioné, no lo hice nada bien.
No consigo aprender,
soy como un animal extraño, devorándote.

Ella me dijo adios...
No es posible el amor como una destrucción.
Si hay incendios de mañana,
ya no hay lucidez sin esperanza.

Por estar en cualquier parte salvo aquí,
fue un turista de la belleza,
las cosas que uno hace para vivir,
y no perder la cabeza.

Ella dijo se acabo
y yo la creí, cómo no.
La verdad es un armario muy solicitado, y con poca luz.
Ella dijo es el final,
y yo lo soñé la noche anterior,
la fatídica raiz del augurio y la premonición.

Por estar en cualquier parte salvo aquí,
fue un turista de la belleza,
las cosas que uno hace para vivir,
y no perder la cabeza.

El dolor era anterior al pensamiento,
y los orígenes perdidos del lamento ,
¿dónde están?
nos salimos de la ruta...

Por estar en cualquier parte salvo aquí,
fue un turista de la belleza,
las cosas que uno hace para vivir,
y no perder la cabeza.

Ella dijo se acabo...

domingo, 30 de octubre de 2011

Veintitres

A veces, la vida, nos lleva por caminos por los que, ni en las peores pesadillas, habías imaginado.

Son pruebas, obstáculos que esta te pone delante.

¿Por qué?

Esa es una buena pregunta. Supongo que... para hacernos más fuertes...

Lo malo es que a algunos no los hace más fuertes, sino que los destruye.

Temo cuando pienso en eso... ¿y si eso es lo que me depara a mi?
¿Y si no soy capaz de soportarlo y termino de romperme por completo?

Siempre he querido creer que era una persona fuerte, casi inamovible, imperturbable, impenetrable... Alguien a quien no era fácil dañar... He soportado ya demasiadas cosas y he salido airosa de todas ellas, me he fortalecido tanto por dentro, como por fuera... ¿por qué no iba a creer que era lo suficientemente fuerte como para soportar algo más?

Estaba convencida de ello... estaba, tiempo pasado...

Ahora, cada pequeño golpecito que sufre mi corazón, me duele...
Era diferente antaño... los golpes me hacían fuerte, no los sentía, era hielo.
No entiendo por qué ahora me duele tanto... no lo entiendo...
Y mi desesperación va en aumento.
No sé si podré conseguirlo...
Sé que debo luchar, lo sé. Pero tengo miedo... no quiero que me duela.
Prefiero una caída rápida, indolora, que sentir pequeñas puñaladas en el pecho...

viernes, 28 de octubre de 2011

Veintidos (II)

¿Cómo se siente?



- Pues no muy bien.



¿Por qué?



- Creo que usted ha estado presente en todo momento.



Pero no sé cómo se siente, ni qué es lo que lo ha provocado, a pesar de escuchar la misma conversación. Cada uno siente cosas diferentes aunque las palabras sean las mismas.



- Me siento dolida y cabreada con usted.



¿Conmigo?



- Si, si no hubiese dicho que puede que sufra otra crisis, yo no estaría aquí.



No he dicho nada que no sea cierto.



- Según su criterio.



Por supuesto.



- ¿Pero tiene alguna prueba de que eso pueda ocurrir realmente?



Tampoco tengo ninguna prueba de que no pueda ocurrir.



- Eso es que no puede asegurar que me vaya a pasar.



Insisto, tampoco puedo probar que no le vaya a pasar.



- Ni que si. Por eso mismo, ha creado la duda. No tiene pruebas de que me pueda pasar, pero tampoco de que no me pueda pasar. No tiene ni idea de nada. Pero ahora la situación es diferente, ahora ya no podré ser libre y feliz e ir viendo cómo van saliendo las cosas, sino que tendré que estar aquí encerrada, sola y deprimida... ¿esto no es peor?



¿Por que iba a ser peor?



- Porque de la otra manera estaría entretenida. Ahora no tengo otra cosa que hacer más que pensar en cómo y cuándo acabará todo esto.



¿Y no cree que la solución está en sus manos?



- ¿Qué solución? No puedo recordar algo que no recuerdo, por eso mismo, porque no lo recuerdo. ¿Cómo quiere que lo solucione?



Podemos trabajar en eso.



- Podíamos trabajar en eso igual, yo no he dicho que fuese a renunciar a las sesiones. Estaba completamente de acuerdo en venir todas las semanas.



Pero aquí está más controlada, más vigilada. Aquí está mucho más a salvo que en cualquier otro sitio.



- Eso vuelve a ser según su criterio.



Por supuesto. No creo que fuera tenga los medios necesarios por si a usted le ocurre algo.



- Y volvemos a lo mismo de antes. Usted no tiene pruebas de que me pueda ocurrir algo.

Veintidos (I)

No entiendo nada. ¿Por qué motivo iba a tener que estar ella aquí?



- Porque yo quiero que esté.



¿Por qué?



- Porque...



-- Espera. Tome mi carta de dimisión, ha sido un placer haber trabajado aquí durante todos estos años.



¿Qué está pasado exactamente?



-- Lo siento mucho. Todo este tiempo ha tenido razón.



¿Me estás intentando decir lo que creo?



- Si lo que piensa es que mantenemos una relación, si.



-- Sé que esto no debería de haber pasado. Lo sé, pero... no he...



- Hemos.



-- No HEMOS podido evitarlo. Ha sucedido sin más y... aquí estamos...



Lo mejor sería que nos dejases a solas.



- ¡No! Quiero que ella esté conmigo, sino... yo también me iré.



Tú no puedes irte.



- Está claro que ahora ya puedo irme. Da igual que no recuerde el pasado, me da exactamente igual porque todo mi mundo, ahora mismo, es ella. Es lo único que sé que tengo con seguridad y lo único que me importa. Por lo tanto, si ella se va, yo me voy. Obviamente no puede negar que no me he recuperado.



Yo no estaría tan segura. Lógicamente si aún no recuerdas el pasado, es por algo, y ¿quién asegura que no puede volver a darte otra crisis y empeorar?



-- ¿Eso podría suceder?



No es descartable, por el momento.



- No, no. Eso no es cierto. No empecemos con eso ahora...



-- Pero, si es una posibilidad...



- Pero tú y yo no habíamos quedado en eso.



-- Pero...



- No hay peros. Nos íbamos a ir, juntas. Íbamos a venir a las sesiones con mi hija todas las semanas, pero tú y yo estaríamos juntas, lejos de todo esto.



-- Pero eso era antes de saber que te puede dar otra crisis... creí que ya estarías bien, que solo te faltaba recordar, pero...



- No, no me hagas esto. No me hagas esto.

Veintiuno

No, no, no, no... No quiero hablar con esa chica... No quiero hablar con nadie... ¿Qué es todo esto?


- Tienes que hacerlo...



Ha dicho que es mi hija. ¡Mi hija!


- Ya...



¿Desde cuándo tengo yo una hija?


- Diría que desde hace 18 años...



¿Tú sabías algo de esto?


- ...



¿Lo sabías? ¿Era esto lo que se supone que no me podías decir?


- Lo siento...


No me lo puedo creer... Lo sabías y te callaste...


- Yo no te podía decir nada, no tengo derecho a interferir en ese tipo de asuntos.



Pero si para meterte en mi cama, ¿no? Para eso si, pero no para decirme "ei, deja de hacer planes de futuro conmigo, tienes una hija fuera..." Y si tengo una hija, ahora que lo pienso, con alguien he tenido que tenerla... ¿No pudiste decirme nada?


- No... Pero... sí puedo decirte que no tienes que preocuparte por su padre... hace mucho que ya no estáis juntos, al parecer.



¿Por qué?


- Eso ya no lo sé. No conozco la historia previa, solo ciertos datos, como que eras madre separada.



Estoy alucinando.


- Lo siento muchísimo, de verdad. Pero nada de esto tiene por qué afectarnos a nosotras...



Pero tampoco es como si ayudase en algo...

jueves, 27 de octubre de 2011

Veinte (III)

¡A ver, que alguien me explique qué es lo que está pasando aquí!


- Tranquilícese antes de nada.


No quiero tranquilizarme, quiero una explicación. ¿Por qué ha permitido a mi hija pasar a ver su madre?


-- Papá. ¿Qué pasa? ¿Por qué no quieres que la vea?


No quiero que sufras más por su culpa.


-- Y yo no quiero que ella sufra por nuestra culpa. A mi no me va a pasar nada, yo estoy bien, pero ella no, necesita que la ayudemos, ¿por qué no me dijiste que no recordaba nada de antes? ¿Por qué no me dijiste que no me recordaba? No me duele por ella, me duele por ti, porque me has estado engañando todo este tiempo.


Yo nunca te he mentido.


-- Pero tampoco nunca me has dicho la verdad.


Tampoco es como si tú pudieses hacer algo por ella.


- En realidad...


¡No estoy hablando con usted!


-- Pero yo sí. Le he preguntado qué podía hacer para ayudarla, ahora que ya está mi padre, quiero que me lo diga.


¡No!


-- ¿Por qué no?


No quiero que tengas que pasar por todo esto, no quiero que te vuelvas a ir con ella y que por su culpa no puedas ser feliz...


-- ¿No te das cuenta de que sería más feliz sabiendo cómo está mi madre y pudiendo ayudarla que estando en la más completa ignoracia, pensando en que mi madre está aquí encerrada y yo no puedo hacer nada para solucionarlo?


Pero ¿por qué quieres cambiarlo? ¿Acaso no eres más feliz estando conmigo que cuando estabas con tu madre?


-- Eso no tiene nada que ver... Disculpe, doctora, ¿puede decirnos cómo podemos ayudarla?


- Podríamos empezar a hacer terapia todos juntos, puede que una, incluso, dos veces por semana.


-- De acuerdo, ¿cuándo empezamos?


- Bueno, primero tendría que hablar con ella a solas para ir poniéndola en situación, pero en un par de semanas podríamos programar ya la primera sesión.

Veinte (II)

Le he dicho que no era una buena idea ir a hablar con ella en estos momentos, no sin antes haberla preparado. Tendría que haberme dejado llamar a su padre y entre todos decidiríamos.


- Pero es mi madre. Tengo todo el derecho del mundo a querer verla sin tener que pedir permiso a nadie.


Si yo entiendo lo que está diciendo, pero... las cosas no se hacen así. Por supuesto que no puedo evitar que la vea, la he dejado hacerlo, pero no puede pretender que su madre quiera verla a usted, sobretodo por el hecho de que no tiene ni idea de su existencia. Esta mejorando, mejora mucho y muy rápidamente, pero aún queda mucho trabajo por delante. Algo la ha motivado para que le ocurriese eso, ahora era el momento de ir indagando para poder llegar a solución... pero aún no ha llegado a ese punto, solo trataba de impedir que la viese por eso mismo, supuse que algo así podría suceder, aunque reconozco que me gustaría que hubiese sido todo lo contrario y gracias a usted hubiese dado un paso hacia la recuperación, pero bueno, no ha sido el caso. Siento mucho que haya tenido que ver eso.


- Pues yo no lo siento, porque este tipo de cosas no las sabía, y de no haber venido hoy, probablemente aún seguiría en la completa ignorancia. Entonces, ¿qué vamos a hacer? Porque, no hace falta que le diga que, yo quiero ayudar a que se recupere. Y si no se acuerda de su pasado, ¿quién mejor que alguien de su pasado para ayudarla a recordar?


Eso ya lo hablamos en un momento, su padre está de camino.

Veinte (I)

¿Hola?

- Hola... ¿Qué tal estás?

Muy bien, gracias. ¿Y tú?

- Bien también... Estoy tan contenta de volver a verte...

¿Perdón? ¿Quién eres?

- No... ¿no me reconoces?

...

- Bueno, sé que han pasado cinco años, pero... ¿tan cambiada estoy?

Cinco años...

- Si.

No sé quién eres...


- Yo... yo soy... soy tu hija...

sábado, 7 de mayo de 2011

La música dejó de sonar en mi corazón. La maravillosa canción que me hacía despertar, moverme, ser yo misma... dejó de existir... en su lugar ahora solo queda la desesperación y los recuerdos que jamás podrán ser borrados (aquella suave melodía inspiradora)


Y es que ya no noto esa sensación vertiginosa, esas ansias de ir hacia lo desconocido, de seguir caminando, de avanzar a grandes zancadas hacia un paraíso utópico [e irreal]



Mi cuerpo no reacciona ante los estímulos que lo rodean, ya no quiere seguir el compás marcado, ese que siempre quiso seguir, ese que tanto le gustaba y por el que tanto había luchado.


Es cierto que hay desesperación en mi alma (por dejar desaparecer la melodía), pero también es cierto que es la desesperación más apacible, tranquila y reconfortante del universo...
¿Para qué seguir el ritmo marcado, cuando ahora sé que puedo crear nuevas [y más impresionantes, si es posible] melodías que ocupen, de nuevo, todo mi mundo?

miércoles, 9 de marzo de 2011

object width="353" height="132">


Mírame, sólo fue una obsesión
Que se fue de control
Se enredó en tu vestido
 
Puede ser que de tanto que jugué
Ahora en este papel
Mis letras se han confundido
 
Ya lo sé, es sólo diversión
Y no puedo asegurar
Que nadie saldrá herido
 
Entiéndeme, fue raro lo que pasó
Y debo reconocer
Lo imbécil que me he sentido
 
Imagina que ahora todo este al revés
Hoy no te vayas
Hoy no te vayas
Hoy no te vayas
Imagina que ahora todo esta al revés
Hoy no te vayas
Hoy no te vayas
Hoy no te vayas
 
Escúchame, mira que tu amor
Rima con mi dolor
Antes de haber sufrido
 
Puede ser que toda esta soledad
Me hizo al final pensar
En lo que pudo haber sido
 
Vete ya, que ahora me cuesta más
Tratar de disimular
Mis ganas de estar contigo
 
Imagina que ahora todo esta al revés
Hoy no te vayas
Hoy no te vayas
Hoy no te vayas
Imagina que ahora todo esta al revés
Hoy no te vayas
Hooooy

martes, 8 de marzo de 2011

Aquel pequeño rayo de esperanza que, un día, dejaste caer sobre mi corazón… desapareció.

Ha sido extraño verte de nuevo, tanto tiempo después, y no sentir nada.

Por supuesto que, cuando pienso en ti –he de reconocer que bastante poco- , te recuerdo con cariño y te mantengo en un rinconcito de mi corazón

[Ese pequeño lugar que solo puedes ocupar tú]


Y soy feliz, me siento feliz cuando sé que tú estás bien, pero…

no sentí nada… ni bueno ni malo…

ni mucho ni poco…

… nada …


Es cierto que has significado mucho para mi

[tú lo sabes y yo lo sé]

me sacaste de aquel torbellino de ideas macabras y absurdas

me arrancaste todo el pesimismo, todo el dramatismo

pero…

nada.


No sabría decir si es bueno o malo…

si es triste o, por el contrario, debería ser motivo de alegría…


No es olvido. Pues una vez que te han marcado, la cicatriz permanecerá eternamente.

[En este caso una bonita cicatriz]

No es desinterés. Si te has preocupado, siempre te preocuparás.

[De una u otra manera, más directa o indirectamente…]

No es odio. Cuando has querido, odiar es casi imposible.

[El querer es inolvidable…]


Es simplemente que, una vez que alguien se ha cruzado en tu camino, comenzáis a andarlo conjuntamente. Dando apoyo, ayudando y guiando como se pueda. Pero, tras haber llegado al final del sendero… al encontrarte en esa encrucijada de caminos… no siempre se elige entre ambos… y los caminos se separan. A veces llegan a juntarse de nuevo, puede que solo momentáneamente, y… por supuesto que no es lo mismo que antes. No puede serlo, no camináis en el mismo sentido, pero… ¿qué más da? Lo realmente importante es el camino que sí habéis recorrido. Y que, pase lo que pase luego, aquello jamás podrá ser eliminado.

martes, 4 de enero de 2011

Recuerdo aquellas tardes silenciosas en las que, no muy consciente de los verdaderos motivos, era incapaz de desviar mi atenta mirada de ti. Aún hoy en día, puedo evocar el olor de tu piel. Rememoro, a la perfección, la suavidad de tu tacto, tus ojos verdosos y tu piel blanquecina. Diría que recuerdo el color exacto de tu cabello, pero la verdad es que te lo vi de tantos colores que no sabría decir cual era el tuyo realmente. Pero sé que me gustaba, de hecho aún sonrio cada vez que me vienen imágenes de ti a la cabeza, cada una con un peinado o un color diferente.

Qué agradable era descansar sintiendo tu cuerpo contra el mio, viendo películas a oscuras, juntándonos y apretándonos fuerte para no tener frío en aquella ciudad gélida del interior. ¿Recuerdas cuando me fui a vivir allí? ¿Recuerdas el frío que hizo ese año? Fue la primera vez que vista la nieve, y la última... Se te veía tan feliz. Menos mal que había encontrado unos guantes, sino no sé lo que hubiese sido de mi. Luego nos sentamos frente a la chimenea, sonrientes, yo disfrutaba de la alegría e ilusión que desprendías en aquel momento, pese al frío que teníamos. ¿Sabes que bebimos mucho esa noche? Bebimos tanto que, en cierto momento, te dije algo que jamás pensé que saldría de mis labios. Nunca hemos hablamos de ello y, tengo que admitir, que siempre me ha comido la curiosidad. Probablemente debería habértelo preguntado antes, pero soy tan excesivamente cobarde... Ahora ya no hay vuelta atrás, de ser así, te aseguro que las cosas serían diferentes, te hubiese perseguido hasta el fin del mundo... ¿Te acuerdas de todo lo que sucedió esa noche? ¿Te acuerdas del vino descendiendo por tu garganta? Aún siento el mismo vértigo que entonces cuando, sin poder evitarlo, esas palabras salieron del fondo de mi alma cayéndonos encima como si de una tormenta desatada se tratase. Y el dulce sabor de tus labios que, ferozmente, se encontraron con los mios. El agradable y excitante pelear de nuestras lenguas. El asfixiante calor que nos envolvía mientras nuestras prendas se iban deslizando sutilmente, terminando su recorrido silencioso en la alfombra oscura que a nuestros pies se hallaba. Para mi, fue el principio del fin. Realmente, nunca he podido olvidar aquella maravillosa noche, todo se ha quedado gravado a fuego en mi. Me arrepiento tantísimo de no haber salido en tu búsqueda... tal vez todo sería de otra forma.

Te quería de verdad, aún lo sigo haciendo, nadie ha vuelto a ocupar mi corazón ni me pensamiento como tú has hecho. Por qué... ¿por qué no me lo pudiste contar? Al despertar y ver solo una fría nota, creí que jamás podría recuperarme. Un "Lo siento" no calmaba nada a mi, en ese preciso momento, dolorido corazón.
Pero no pienses mal, esto no es para echarte nada en cara ni quiero que pienses que me enfadé contigo, si acaso me cabreé conmigo misma, por haberte permitido irte sin hablar antes. Ahora el "Lo siento" te lo digo yo a ti. Siento haberte abandonado, aunque físicamente tú me dejases primero. Siento no haber sido lo suficientemente valiente para ir a buscarte. Siento muchísimo no haber comprendido los motivos de tu ausencia, los entiendo ahora.
Pero ahora ya es tarde y por eso lloro, por eso no puedo contener estas lágrimas, por eso esta carta desesperada. Lo siento, lo siento muchísimo.
Lo siento por haberte amado en la distancia, lo siento por no haber estado para tenderte una mano cuando sufrías, lo siento por no poder juntar nuestros labios nunca más, lo siento por haber dejado que te fueses sola de este mundo...

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los pétalos rojos van cayendo y formando una montañita a mis pies. No sé cuántas dulces flores he malgastado en este tiempo, ni siquiera recuerdo si predominan los "me quiere" o "no me quiere".
Ya no noto el avance del tiempo, ni me azota la ansiedad que antes sentía.
Creo que la esperanza me ha dado la espalda y me he quedado sola, ante este cruce de caminos, esperando... esperando a que ella llegue a rescatarme, como un caballero de antaño, sobre un caballo blanco y blandiendo una espada con la que deshacerse de quien se interponga en el camino.
Y permanezco aquí sentada, con los huesos helados y el corazón visible en mi abierto pecho, arriesgándose a sufrir cualquier tipo de deterioro.
A veces, creo escuchar los pesados cascos de su caballo acercándose, pero no es más que el fuerte palpitar de mis sienes.
No puedo forzar las cosas, no puedo retroceder, ni avanzar.
Estoy perdida y parece que nadie me va a encontrar...

lunes, 29 de noviembre de 2010

Sé que no debería de sentirme así (corrompida por dentro, ahogada en mis propios llantos, consumida por el odio y rota por el dolor), sé que debería alejar ciertos pensamientos de mi mente (nadie me comprende, todos intentan herirme, soy lo peor del mundo, no tendría ni que existir) pero, a veces, me resulta muy complicado lograrlo. La mayor prate del tiempo no soy capaz ni de enfrentarme al mundo -no quiero salir a la calle y toparme con la mirada de nadie- ni de elevar mi voz por encima de los demás -no puedo emitir más que susurros incomprensibles- ni siquiera puedo pensar yo misma con claridad.

Lo jodido es que, por más que lo intento, no soy capaz de hallar las razones de por qué tengo que estar pasando por todo esto. Solo me queda una opción posible y es que estoy jodida de la cabeza, tengo la autoestima por los suelos (igual carezco por completo de ella...), un grave problema de afecto y un sentimiento constante de culpa provocado por mis acciones (y reacciones) ante ciertos sucesos de la vida.
Pero todo tiene un factor común, todo viene derivado de los putos fantasmas que me han seguido y seguirán a lo largo de los años.

Hijos de puta, dejadme tranquila de una vez.

sábado, 21 de agosto de 2010

[...]

Hacía una noche suave, no se levantaba el aire y se podía respirar el olor a mar. Mucha gente no es capaz de apreciar ese olor tan peculiar que tienen las ciudades costeras, es una pena, porque realmente es agradable disfrutar de esos pequeños detalles. Es como cuando te vas a una ciudad del interior y solo hay contaminación, el aire está cargado y la suciedad atmosférica se te queda pegada, pero luego cuando regresas, es todo maravilloso, disfrutas como si fuese la primera vez que sientes la suave brisa costera, el dulce olor a mar y respiras una gran bocanada de aire limpio y puro. Si, adoro el mar, adoro vivir pegada a él, creo que jamás podría irme a una ciudad sin mar, me gustan los largos paseos por la playa, ver las olas constantemente jugando en la inmensidad… Lo adoro.

[...]

miércoles, 9 de junio de 2010

Independiente y autosuficiente. Independiente y autosuficiente. Independiente y autosuficiente. Independiente y autosuficiente.

Si, soy una persona independiente y autosuficiente, por lo que no necesito a ningún machito que vele por mi. Es más, estoy tan convencida de lo que soy, que no tendré ningún problema en demostrarlo.

Creías haberme dejado lo suficientemente jodida, psicológicamente hablando. Casi lo consigues, estuviste muy cerca, tanto que casi me consigues físicamente. Pero no has podido conmigo, a pesar de que temblaba cada vez que utilizabas un mínimo de fuerza para acercarte más a mi. A pesar de saber que, en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, saldría perdiendo. Pero aún así, no conseguiste nada. Me hiciste derramar tantas lágrimas... Pensé haberte convencido tantas veces y me defraudaste todas ellas... Hiciste que me odiase a mi misma. Pero aún así el odio que tengo hacía ti, es mucho mayor, eso fue lo que me dio fuerzas. Por eso nunca me rendí, jamás me dejé vencer. Y por eso mismo, te lo digo, te lo demuestro con mis cínicas sonrisas que esconden la delicia de la superioridad; con mis gestos tranquilos y calmados al dirigirme a ti, para que veas que TÚ (miserable ser) no eres capaz de turbar mi paz; con mis mordaces palabras que, si no fuese porque puedo hablar todavía más, intentarías reprimir; y con mis siempre y mejorados rechazos públicos (en todos los aspectos que sean posibles). Solo una cosa más:


JÓDETE CABRÓN!!!! Ni TÚ (putrefacto insecto) ni nadie va a conseguir hundirme. Solo YO tengo ese puto DERECHO. Es MI vida y hago con ella lo que QUIERO, como quiero, cuando quiero y con quien quiero.

miércoles, 2 de junio de 2010

No, déjame explicarte exactamente como me siento. Si es que lo consigo...

Hay algo, no sabría decir el qué, solo sé que es una sensación muy intensa, parpadeante, un sube y baja, un vuelco de estómago, algo así... Me dan leves palpitaciones, no son incómodas, solo... parece que se me altera la adrenalina. Mis músculos están en constante tira y afloja, las manos me tiemblan suavemente, tampoco es apreciable a la vista. Lo noto yo y lo veo en mi letra tan extrañamente en movimiento. El calor sonroja mis mejillas...

La tía que está sentada dos mesas más allá, ¿la ves? Esa rubia teñida de jersey rojo.
Me está poniendo sumamente nerviosa, no en el sentido psico-sexual, sino en el peor de todos, me está consiguiendo enfurecer con tanta miradita. Si al menos lo dejase un momento para permitirme continuar con mi relato de sensaciones...

Si, tienes razón, me dejo influenciar demasiado por mi entorno, me concentraré única y exclusivamente en el tema en el que estábamos.
Como te decía, son sensaciones no del todo desagradables, pero que tampoco consiguen ser un poco agradables. Es como si... estuviese acostumbrada ya a ellas y no me afectasen tanto cuando de repente llegan. Supongo que, en el fondo, sé que esa es la razón. Siempre que he confiado en alguien, cuando parecía que las cosas, en general, comenzaban a tener sentido, a tener claridad y una resolución agradable. Justo en ese punto, todo se empieza a torcer. Pero no es una caída progresiva, si al menos fuese así... No, siempre es dura, grande, intensa. Cuando algo se empieza a torcer, toda la estructura comienza a tambalear, pero no te da tiempo ni a reforzarla, sino que todo, absolutamente todo, se derrumba ante tus propias narices. Incluso aquel pilar que se veía el más fuerte, el más seguro e inamovible, se hace añicos.
Entonces, ¿qué te queda? Nada... Lo único, acostumbrarte a los movimientos inesperados que suceden, acostumbrarte a las caídas fatídicas...
Pero no es tan malo, ya lo ves, al final estás tan acostumbrada a que esas cosas ocurran que ya lo único que notas son leves, aunque intensas, sensaciones en tu interior. Esas que te dicen que las cosas están volviendo a acabar y que, en breves, deberás buscar en otro sitio el terreno para que puedas volver a edificar.
¿Crees que algún día lo conseguiré?
A veces me dan ganas de abandonar todo y necesito de un rayito de esperanza, algo que me haga creer... Pero la mayoría de las veces, vivo sin esa luz... Vivo por vivir... Con las manos vacias, solo las palpitaciones que me azotan, de vez en cuando, me recuerdan que sigo aquí...

domingo, 30 de mayo de 2010

Vamos, nena, ven conmigo. Hagamos, de nuevo, las locuras del ayer. Vivamos sin importarnos las reglas. Solo existimos tú y yo.

Ven, chica, vuela conmigo. Volvamos a hacer maldades, sin preocuparnos por nada más. Solo estamos tú y yo.

Venga, cariño, vamos de aquí. Únete a mi y vayámonos lejos, muy lejos, sin mirar hacia atrás, sin remordimientos. ¿No lo ves? Solo existimos tú y yo.


sábado, 20 de febrero de 2010

Soy esa chica dura, silenciosa, la observadora nata. Esa que está ahí a tu lado, esa a la que no ves, o ves a ratos. La que brilla por su ausencia, la que deslumbra cuando habla, la que ciega si se calla. Soy esa que está tras las sombras velando tus pasos. Soy la chica en la que nunca piensas y de la que, al mismo tiempo, no puedes olvidarte. Soy el calor más asfixiante, el frío más intenso, la luz que te guia, el demonio que te tienta. Soy la paz que te atrapa y la que descarga sobre ti la peor de las tormentas. Soy piadosa cuando me conviene y el verdugo más inhumano cuando se me hiere.Dime ahora, si aún te atreves, ¿qué deseas conseguir al acercarte a mi?

lunes, 14 de diciembre de 2009

Sé que no eres más que una niña y que hay conceptos que no entiendes, pero me siento en la obligación de ir enseñándote ya desde pequeña que existen cosas que no siempre va a entender todo el mundo. Y tú, mi dulce niña, vas a ser el centro de muchas miradas, de muchas críticas. Te van a hacer sentir mal en innumerables ocasiones por ser quien eres. Por ser hija de quien eres. No somos ni mejores ni peores que cualquier otra familia, pero muchos nos consideran diferentes por amar como lo hacemos. Solo quiero que tengas presente una cosa: te queremos más que a nada en el mundo y eso nadie va a poder cambiarlo. Estaremos siempre contigo, tanto en los buenos como en los malos momentos y, puedes creerme cuando te digo que habrá muchos momentos malos. Te cabrearás, llorarás, odiarás a la gente, incluso es probable, a pesar de lo que implica, que nos llegues a odiar a nosotras. No te preocupes, es normal, sobre todo cuando la sociedad te dice que algo no es lo correcto y tú lo estás viendo a todas horas en tu casa. No te lo vamos a tener en cuenta siempre y cuando te des cuenta de que no es a nosotras a quien debes odiar. Eres nuestra hija y repito: siempre estaremos ahí para ti. No le des demasiada importancia a lo que los demás puedan decir, ni eres lesbiana ni te vamos a obligar a serlo, tú serás la que decida a quien querer. No te vamos a educar de forma diferente a como lo haría cualquier otra familia, pero sí te enseñaremos unos valores fundamentales que, esperamos, te sean útiles en la vida. Sabemos que nosotras también vamos a errar en el transcurso de tu vida, pero te intentaremos dar todo el apoyo que necesites sin preguntar. Solo espero, mi amor, que jamás permitas que las opiniones de la gente te depriman ni que consigan alejarte de nosotras. Pero tampoco te comportes nunca como ellos. Entiéndelos, todos somos humanos y sentimos miedo hacia las cosas que no conocemos. Nosotras, para muchos, formamos parte de algo que no logran entender, por eso nos temen y se comportan así. Por lo tanto, cuando escuches una crítica, no le des importancia. Que ellos no puedan ser comprensivos, no significa que tú tampoco puedas serlo. Cariño, queremos que camines con la cabeza bien alta, que no juzgues a la gente a la primera de cambio, que intentes empatizar con el mundo y que seas una persona razonable. Igual es esperar demasiado, pero estamos convencidas de que acabarás siendo una persona maravillosa porque, pese a lo que otros puedan pensar, vas a crecer rodeada de amor, de comprensión y, de ahí, solo pueden salir cosas preciosas.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Es cierto eso que dicen que en un segundo puede cambiarte toda la vida.

Yo también era partidaria de que, cada uno, va forjando su camino día a día y que nadie ni nada, externo a la propia persona, es capaz de interferir en el destino de esta ya que, como bien he dicho, solo esa persona es capaz de decidirlo.

Pero entonces apareció Daeva, con un halo mágico alrededor, y en cuestión de segundos destartaló todo mi mundo.


Era un jueves de noche y me encontraba con mis compañeros de facultad, en el mismo bar de siempre, compartiendo nuestras vivencias, conocimientos, etc.

Recuerdo estar muy emocionada mientras contaba el tema del trabajo de ese mes.

Una de mis compañeras me interrumpió al ver entrar a una chica de vestimenta oscura y largos cabellos morenos por la puerta. La chica echó un vistazo rápido al local y se paró en el momento en que nuestras miradas se cruzaron.

Su sola visión llegó a trastornarme.

Mi compañera se disculpó por la interrupción y me pidió que continuase relatándoles mis descubrimientos, pero yo no conseguía que las palabras saliesen de mi boca, en mi cabeza ninguna frase tenía sentido, no era capaz de enlazar un pensamiento con otro, ni lograba asociar una imagen a una palabra.

Con andares misericordiosos, la chica fue aproximándose lentamente, sin apartar la mirada de mi. Sin saber por qué, cuando estuvo a una distancia razonable, me puse en pie. Me dedicó una tierna sonrisa.


- Te estaba buscando.

-

- ¿Crees que podríamos encontrarnos algún día? Llámame.


Me dio una hoja de papel y se fue. Cuando conseguí reaccionar, ya había desaparecido. Me senté. Mis compañeros me miraban sin parpadear, preguntaban quién era, de qué la conocía y qué me había entregado.

En ese momento fui consciente de que, entre mis manos, se hallaba la nota que acababa de recibir de ella. La miré.







Cuando llegué a casa esa noche, conecté el portátil y busqué el número de ese hotel. Descolgué el teléfono y marqué.



- Theile Hotel, ¿qué desea?

- Hola. Esto… me gustaría hablar con una persona…

- Si, ¿me puede decir el número de habitación, por favor?

- Yo… realmente… no lo sé.

- No pasa nada, si es tan amable de facilitarme el nombre y apellidos, podría buscarlo en los archivos.

- Lo siento, pero no sé como se apellida. Solo sé su nombre y no estoy segura ni de que sea real. Se hace llamar Daeva, no puedo decirle más ya que ni yo misma sé mucho, pero… es importante… por favor… yo…

- ¿Hola? ¿Me está escuchando?

- Sabía que me llamarías esta noche.

- ¿Qué? Yo… ¿Daeva?

- Si, soy yo.

- Pensé que no me iban a pasar contigo, porque… no sé como te apellidas y…

- No pasa nada, ahora estamos hablando, ¿no?

- Si…

- Perdona lo de esta noche, no quería molestaros.

- No, no pasa nada… pero… ¿quién eres?

- Creo que de esas cosas, deberíamos hablar en persona, ¿no te parece?

- Supongo…

- No te preocupes, no soy una psicópata si temes a eso.

- No…

- Solo debes saber una cosa.

- ¿Cuál?

- Nuestro encuentro, estaba escrito. Y lo que sucederá, a partir de ahora, tenemos que hacerlo juntas.

- ¿Qué…? ¿De qué estás hablando?

- Te lo contaré. ¡No! Te lo mostraré. Mañana a las doce de la noche, pregunta en recepción por mi.





Esa noche, en cama, no pude pegar ojo. Me sentía inquieta, quería ir, conocer a esa misteriosa chica, saber por qué había dicho eso, qué era lo que quería. Pero al mismo tiempo, algo me frenaba. Aunque sabía que la curiosidad terminaría ganando la batalla e iría, no era capaz de parar de dar vueltas en la cama, con cierto nerviosismo.


Ya no consigo recordar qué sucedió el resto del día hasta haber llegado las doce de la noche.

Me hallaba de pie delante del mostrador de recepción, esperando a que alguien me acompañase a la habitación de Daeva.

Un robusto hombre de traje negro salió del ascensor y me hizo una seña. Me acerqué a él y me pidió que lo siguiera. Entramos en el ascensor, introdujo una llave en el panel, la giró dos veces y el ascensor empezó a moverse.

Me sorprendió, al fijarme, que los números no avanzaban, permanecían en la planta 0, pero yo notaba como se estaba moviendo.

De repente se paró y las puertas se abrieron. Me indicó que siguiera el pasillo hasta el final, que ella estaba tras la última puerta.

El ascensor se cerró a mi espalda. Estaba completamente sola, no parecía que en esa planta hubiese ningún inquilino.

En la más completa oscuridad, fui tanteando el camino hasta llegar al final del pasillo.

Golpeé la puerta dos veces.

“Entra, por favor”

El interior de la habitación estaba casi tan oscuro como en el pasillo. Lo único que desprendía luz eran cuatro candelabros situados, cada uno, en una esquina de la estancia.


Ella estaba sentada en un sillón uniplaza en el centro. Me pidió que me aproximara y tomase asiento. Temblorosamente me acerqué, logré sentarme sin que se me notase el nerviosismo y la miré.

La visión de ese rostro, nuevamente, me trastornó.

Por un instante creí que iba a desfallecer. La cabeza empezó a darme vueltas, el corazón latía desbocado en mi interior, mi respiración se volvió más inestable


- ¿Estás bien? Te noto alterada… Por favor, tranquilízate, ¿quieres beber algo?

- No, no. Estoy bien.

- ¿Segura?

- Si, gracias.

- Muy bien. Como ya sabes, mi nombre es Daeva.

- Daeva…

- Y como te he dicho, nuestro encuentro era inevitable.

Lauviah, estamos destinadas la una a la otra.

- ¿Cómo sabes mi nombre?

- Te lo estoy diciendo. Esto estaba escrito.

- ¿Qué clase de locura es esa?

- No es ninguna locura. Es el destino.

- ¿El destino? Cada uno elige el suyo, mi destino no hubiese sido estar aquí de no haberlo querido yo.

- ¿Estás segura?

- Completamente.

- Muy bien. Pues yo seguiré sosteniendo que es el destino y no nosotras las que elegimos lo que sucede.

- Razónalo.

- Yo no quería ir a ese bar ayer.

- ¿Es ese tu razonamiento?

- Si.

- ¿Qué?

- Si, es por eso por lo que sé que es el destino. Sin yo saberlo, sin quererlo, sin pretenderlo, fui allí. Fui hasta allí por ti. Yo no tenía pensado ir a ese bar, no sabía de su existencia hasta anoche. Cuando salí del hotel, me puse a pasear sin rumbo y me crucé con un grupo de personas, tú estabas entre ellos. No sé cómo, no sé por qué pero, entonces, un nombre vino a mi cabeza: Lauviah. Seguí caminando, recordando ese nombre, preguntándome qué había sucedido, intentando averiguar si era mi subconsciente que trataba de reírse de mi o había algún otro motivo. Así llegué a aquel local, iba ensimismada, mirando al suelo mientras caminaba y me paré al lado de aquella puerta. Entré y allí estabas tú, sentada entre la gente y mirando hacia mi. Esa misma noche, antes de salir del hotel, sentía la necesidad de escribir la dirección en un papel, cuando te vi allí comprendí todo. Reconozco que aún albergaba mis pequeñas dudas, dudas que, al acercarme, desaparecieron por completo gracias a tu reacción. Ahora dime, ¿por qué te pusiste en pie en ese momento?

- No… no lo sé.

- ¿No crees un poco más en el destino?

- No…

- ¿Por qué no?

- Porque no creo en eso. Todo tiene una explicación. Siempre es así, cuando haces algo, lo haces por algún motivo.

- Pues dime cuál fue el tuyo.

- No lo sé…

- ¿Entonces?

- Sentía que tenía que hacerlo.

- Ahí está.

- Eso no explica nada y si lo hace, explicaría mi teoría, no la tuya.

- ¿Por qué dices que explica la tuya y no la mía?

- Porque ese es un motivo para hacer algo. Sientes que tienes o que debes, quieres o lo que sea, hacerlo y lo haces. No es que alguien o algo haya dicho “Haz esto”

- ¿Por qué no?

- Porque sale de ti, no proviene de nada más.

- ¿Acaso yo he dicho que no seas tú la que escribe tu destino?

- Has dicho que el destino está escrito, pero una persona escribe su destino día a día, poco a poco, lo va escribiendo, no está escrito ya.

- Ahí diferimos. Yo creo que cada uno sigue el camino que tiene escrito, que no es un destino impuesto, sino elegido por la persona en cuestión. Yo creo que hay ciertos momentos, puntuales, en los que el camino se ramifica y ahí es donde puedes elegir. Si eliges este, todo te irá de esta manera; en cambio, si eliges este otro, te pasará todo esto.

- Es lo mismo que yo digo…

- No, tú dices que no hay un camino, que lo vas haciendo tú poco a poco. Yo digo que si que hay un camino y todo lo que te pase en él es para, más adelante, facilitarte la decisión de ir por aquí o por allá. Por eso lo que has dicho, explica mi teoría. Una vez que ese camino tuyo se ramifica, tu experiencia (manifestada en forma de algún tipo de sensación, sentimiento, impulso…), te dice que vayas por un lado u otro y tú puedes hacer caso o no.

jueves, 5 de noviembre de 2009

- Oye, si te vas a pasar el resto de la noche pensando en mi, de nada sirve que hayamos decidido ir por separado, ¿no crees?

- Es que esta canción me recuerda mucho a ti…

- La verdad es que es una de mis preferidas.

- Lo sé, supongo que será por eso.

- Vale, cuando termine, ¿continuarás por tu cuenta?

- Si, ¿qué vas a hacer tú?

- Tú no te preocupes por mi, ya lo haré por ti. Ahora, disfruta de la noche y aprende mucho.



Si, esta noche habíamos decidido, por iniciativa suya, que hoy saldríamos por separado. Según ella esa era la mejor forma de aprender, a base de utilizar el procedimiento de ensayo-error, conseguiría aprender a controlar todos mis impulsos. De todos modos, ella estaría vigilándome, desde las sombras, para ayudarme en caso de ser necesario.

Me había avisado de que mi primera víctima, era recomendable, que fuese varón, ya que tenían una mayor resistencia y capacidad para albergar más cantidad de sangre, por lo que podría alimentarme y no llegar a matarlo. Dijo que, cuando fuese capaz de controlar la cantidad de sangre ingerida y el método de ejecución, podría empezar con mujeres y me advirtió de que sería muchísimo más placentero.

Me tentaban las ganas de empezar por una mujer, además, me sentía especialmente atractiva y muchas de esas mujeres que danzaban en el centro de la pista ya habían reparado en mi belleza.

Tengo algo que reconocer: Siempre había creído ser una chica más del montón, hasta que ella reparó en mi y me mostró mi verdadero ser. Ahora sabía que nadie podría resistirse a mis encantos, tanto era así que ya no tenía que esforzarme para seducir a mis presas, eran ellas las que venían a mi.


Unas cálidas manos reposaron en mi cadera e hicieron que me moviese al ritmo de la música. Tenía que girarme para observar el rostro de la persona osada que se había atrevido a meterse en la boca del lobo sin invitación. “No tendré piedad” ese había sido mi pensamiento cuando aún estaba volteada, pero al tener su cara frente a la mía y ver que era una dulce y encantadora jovencita, no pude más que rechazarla.


- Prometo que nos encontraremos de nuevo, pero esta no es la noche oportuna.

- ¿Cuándo crees que lo será?

- Algún día.

- No temo al rechazo, prefiero que me digas un simple “no”.

- No tendría inconveniente en decírtelo si de verdad lo sintiera.

- ¿Nos volveremos a ver en serio?

- Cuando estemos preparadas para ello.

- Esperaré ansiosamente.



La primera víctima debe ser un varón, así lo he pactado, así lo tengo que hacer.

De todos modos, víctima, no es un término que me agrade especialmente. Como buena alumna, debo seguir los pasos de mi maestra, y ella no concibe la idea de arrancarle la vida a ningún ser humano.

Somos lo que somos y necesitamos hacer ciertas cosas para preservar nuestra existencia, pero no a costa de nadie, sino gracias a ellos. Por eso también quiere que aprenda rápido a controlarme. Según me ha dicho, hay cierta gente que está dispuesta a ofrecerse voluntariamente como fuente de alimento. Cuando me habla de ellos, lo hace con un sincero agradecimiento dibujado en su rostro. Puedo ver el respeto que le tiene a la vida, por eso entiendo su manera de hablar, entiendo sus ideales y es por ello por lo que decido actuar y seguir sus pasos. Ninguna muerte absurda y sin sentido será cometida por mi persona.



- Lau, cariño, ¿te apetece dar una vuelta con nosotros?

- Deva, ¿quiénes son estos tíos?

- Ssssh, no seas indiscreta y pórtate bien con nuestros nuevos amigos, ¿quieres que piensen que eres una sinvergüenza?

- ¿De qué va todo esto?

- Mira, sé que tienes todo el tiempo del mundo, pero no tienes toda la noche, ¿sabes que hora es? No he visto ningún avance, no sé si era porque estabas tanteando el terreno o si estabas demasiado ensimismada mirando las luces de colores, pero dentro de unas horas amanecerá y aún no te has alimentado. Así que no me has dejado otra opción, estos son nuestros invitados especiales en el gran banquete. Además, tendrás una ventaja y es que yo voy a estar ahí, contigo, mostrándote lo que tienes que hacer.

- Pero yo quería hacerlo por mi misma.

- Lo sé, lo entiendo y no te preocupes, tarde o temprano, lo harás tú sola. Pero esta noche quiero que te llenes de energía, por lo tanto, he tenido que hacerlo.

- Pero…

- Créeme, no te va a resultar tan fácil como te imaginas, así que, ¿qué más te da que te haya ayudado a conseguir a la persona? Eso no es lo verdaderamente importante en todo esto.

- ¿Crees que no voy a ser capaz de alimentarme de alguno de ellos?

- Creo que no vas a ser capaz de parar cuando tengas que hacerlo.

- No tengo tan poca fuerza de voluntad.

- Mira, sé que todo esto es nuevo para ti y comprendo que quieras hacerlo lo mejor posible, hasta entiendo que creas en tus propias capacidades, pero… esto no es fácil. Te va a costar, vas a querer continuar, es posible que tenga que separarte. Me parece bien que confíes en ti misma, de hecho es algo necesario, pero a pesar de eso, vas a necesitarme ahí para frenarte.

- Entonces me mentiste al decir que confiabas en mi.

- Confío en ti, pero sé como es esto. Sé lo que va a pasar, porque es algo inevitable. Cuando dije que confiaba en ti, me refería a que confío en que aprenderás pronto y no me necesitarás ya, no me refería a hoy.

- Está bien. ¿A dónde vamos?

- Chicos, ¿qué os parece si continuamos la fiesta en otra parte? Conozco un sitio en el que no nos molestarán.



Nos subimos los cuatro al coche. Daeva conducía mientras sonreía y ponía ojitos en la dirección del chico que iba de copiloto. Este posó una mano en su pierna, no era capaz de sacarle los ojos de encima ni un solo instante.

Pegué un salto cuando la mano del otro chico rozó mi brazo.


- No quería sobresaltarte.

- No pasa nada, simplemente no me lo esperaba.

- ¿Qué esperabas que ocurriera?

- ¿Qué?

- Claro. ¿No te has dado cuenta? Míralos. Tu amiga parece que va a devorarlo y él… bueno, él parece estar encantado.

- Ya…

- ¿Y nosotros qué?

- ¿Qué pasa con nosotros?

- Eso es lo que pregunto yo. ¿Vas a permitir que disfruten ellos dos solos?

- Yo…

- Venga, eres muy guapa, es una pena que una chica como tú pase la noche escuchando a estos dos divertirse sin poder hacerlo también.

- ¿Quién te ha dicho que yo no me vaya a divertir?


Diversión es lo único que no siento en estos momentos.

Me ponen enferma con tantas miraditas y tantas tonterías.


- Alegra esa cara, mujer. Parece que lo estás pasando mal.

- Igual no me lo estoy pasando tan bien como me imaginaba.

- Entonces habrá que cambiar eso, ¿no?


Apagó el coche en una urbanización de chalets a medio construir. Sin esperar ni un solo instante, y ante la mirada atónita de nuestros invitados, se bajó del coche, abrió mi puerta y me tendió la mano. Yo la agarré, hizo una breve reverencia mientras salía del coche, una vez en pie, juntó nuestros cuerpos y labios en una unión perfecta. Si, ahora entendía que todo lo que pudiese hacer con cualquier otra persona, no era tan real como cuando se trataba de mi.

Tras el beso, se separó un poco, me cogió de la mano y se puso a caminar.


- Chicos, esta noche nos lo pasaremos muy bien… todos juntos.


Entramos en uno de los chalets, parecía que ya se lo conocía como la palma de la mano. Nos dirigió hacia el piso de arriba, donde en una de las habitaciones, había tres grandes colchones dispuestos por el suelo.


- Sé que no es gran cosa ni está llena de lujos, pero… ¿no os resulta excitante?


Su chico, que no se había separado de ella en ningún momento, exceptuando cuando nos besamos, se abalanzó sobre ella con fiereza y terminaron tumbados en uno de los colchones.

El otro, se sentó en el colchón más lejano a ellos, que aún así solo bastaba con estirar el brazo para alcanzarlos, y me hizo un gesto para que me acercase. Vacilé unos instantes, hasta que vi como Daeva se colocaba sobre el chico y lo besaba con violencia. Me senté con él, que empezó a darme besos en el cuello mientras forcejeaba con los botones de mi chaqueta. Finalmente consiguió desabrochármela e hizo un gesto triunfante. Sus besos, aunque apasionados, no me resultaban nada placenteros y lo único que tenía en mente era el momento de terminar.



- Lauviah, estoy esperando a que te decidas.

- ¿Qué?

- Si tú no empiezas, yo no puedo hacerlo tampoco.


Claro, tenía razón. Si yo no empezaba, ella tampoco podría hacerlo ya que, en ese caso, el otro al verlo podría intentar escaparse.

Era el momento decisivo. Barajé posibilidades y opté por ponerme sobre él, como Daeva había hecho, para así poder tener el control total. Lo besé, agarré sus manos fuertemente y me dispuse para atacar su cuello. El corazón del chico se aceleraba conforme yo me aproximaba más y más a su piel, posé mis labios en su cuello, lamí su piel y clavé los afilados colmillos en su carne, la sangre empezó a manar de la herida.

Un grito aterrador salió de la garganta del chico, pero no era del que estaba conmigo, sino del que estaba con Daeva. Este no gritaba, al principio había intentado desesperadamente quitarme de encima, pero poco a poco había dejado de intentarlo y yacía inmóvil bajo mi cuerpo, parecía haberse rendido ante mi.


Me caí fuertemente de espaldas. Mientras me levantaba, confusa, relamí la sangre que tenía en los labios.



- ¿Has sido tú?

- Si.

- ¿Por qué has hecho eso?

- Llevaba un rato intentando llamar tu atención, te dije que parases varias veces y no me estabas haciendo caso.

- Pero todavía no estoy llena.

- Si lo estás, no intentes engañarme. Claro que podrías seguir bebiendo más de él, pero eso lo mataría. ¿Recuerdas lo que habíamos hablado?

- Lo recuerdo, pero…

- Por favor, no me lo pongas difícil. Podría alejarte a la fuerza, pero no es lo que pretendo, quiero que seas lo suficientemente fuerte como para resistirte.

- Lo seré.