martes, 4 de enero de 2011

Recuerdo aquellas tardes silenciosas en las que, no muy consciente de los verdaderos motivos, era incapaz de desviar mi atenta mirada de ti. Aún hoy en día, puedo evocar el olor de tu piel. Rememoro, a la perfección, la suavidad de tu tacto, tus ojos verdosos y tu piel blanquecina. Diría que recuerdo el color exacto de tu cabello, pero la verdad es que te lo vi de tantos colores que no sabría decir cual era el tuyo realmente. Pero sé que me gustaba, de hecho aún sonrio cada vez que me vienen imágenes de ti a la cabeza, cada una con un peinado o un color diferente.

Qué agradable era descansar sintiendo tu cuerpo contra el mio, viendo películas a oscuras, juntándonos y apretándonos fuerte para no tener frío en aquella ciudad gélida del interior. ¿Recuerdas cuando me fui a vivir allí? ¿Recuerdas el frío que hizo ese año? Fue la primera vez que vista la nieve, y la última... Se te veía tan feliz. Menos mal que había encontrado unos guantes, sino no sé lo que hubiese sido de mi. Luego nos sentamos frente a la chimenea, sonrientes, yo disfrutaba de la alegría e ilusión que desprendías en aquel momento, pese al frío que teníamos. ¿Sabes que bebimos mucho esa noche? Bebimos tanto que, en cierto momento, te dije algo que jamás pensé que saldría de mis labios. Nunca hemos hablamos de ello y, tengo que admitir, que siempre me ha comido la curiosidad. Probablemente debería habértelo preguntado antes, pero soy tan excesivamente cobarde... Ahora ya no hay vuelta atrás, de ser así, te aseguro que las cosas serían diferentes, te hubiese perseguido hasta el fin del mundo... ¿Te acuerdas de todo lo que sucedió esa noche? ¿Te acuerdas del vino descendiendo por tu garganta? Aún siento el mismo vértigo que entonces cuando, sin poder evitarlo, esas palabras salieron del fondo de mi alma cayéndonos encima como si de una tormenta desatada se tratase. Y el dulce sabor de tus labios que, ferozmente, se encontraron con los mios. El agradable y excitante pelear de nuestras lenguas. El asfixiante calor que nos envolvía mientras nuestras prendas se iban deslizando sutilmente, terminando su recorrido silencioso en la alfombra oscura que a nuestros pies se hallaba. Para mi, fue el principio del fin. Realmente, nunca he podido olvidar aquella maravillosa noche, todo se ha quedado gravado a fuego en mi. Me arrepiento tantísimo de no haber salido en tu búsqueda... tal vez todo sería de otra forma.

Te quería de verdad, aún lo sigo haciendo, nadie ha vuelto a ocupar mi corazón ni me pensamiento como tú has hecho. Por qué... ¿por qué no me lo pudiste contar? Al despertar y ver solo una fría nota, creí que jamás podría recuperarme. Un "Lo siento" no calmaba nada a mi, en ese preciso momento, dolorido corazón.
Pero no pienses mal, esto no es para echarte nada en cara ni quiero que pienses que me enfadé contigo, si acaso me cabreé conmigo misma, por haberte permitido irte sin hablar antes. Ahora el "Lo siento" te lo digo yo a ti. Siento haberte abandonado, aunque físicamente tú me dejases primero. Siento no haber sido lo suficientemente valiente para ir a buscarte. Siento muchísimo no haber comprendido los motivos de tu ausencia, los entiendo ahora.
Pero ahora ya es tarde y por eso lloro, por eso no puedo contener estas lágrimas, por eso esta carta desesperada. Lo siento, lo siento muchísimo.
Lo siento por haberte amado en la distancia, lo siento por no haber estado para tenderte una mano cuando sufrías, lo siento por no poder juntar nuestros labios nunca más, lo siento por haber dejado que te fueses sola de este mundo...

No hay comentarios: