miércoles, 2 de junio de 2010

No, déjame explicarte exactamente como me siento. Si es que lo consigo...

Hay algo, no sabría decir el qué, solo sé que es una sensación muy intensa, parpadeante, un sube y baja, un vuelco de estómago, algo así... Me dan leves palpitaciones, no son incómodas, solo... parece que se me altera la adrenalina. Mis músculos están en constante tira y afloja, las manos me tiemblan suavemente, tampoco es apreciable a la vista. Lo noto yo y lo veo en mi letra tan extrañamente en movimiento. El calor sonroja mis mejillas...

La tía que está sentada dos mesas más allá, ¿la ves? Esa rubia teñida de jersey rojo.
Me está poniendo sumamente nerviosa, no en el sentido psico-sexual, sino en el peor de todos, me está consiguiendo enfurecer con tanta miradita. Si al menos lo dejase un momento para permitirme continuar con mi relato de sensaciones...

Si, tienes razón, me dejo influenciar demasiado por mi entorno, me concentraré única y exclusivamente en el tema en el que estábamos.
Como te decía, son sensaciones no del todo desagradables, pero que tampoco consiguen ser un poco agradables. Es como si... estuviese acostumbrada ya a ellas y no me afectasen tanto cuando de repente llegan. Supongo que, en el fondo, sé que esa es la razón. Siempre que he confiado en alguien, cuando parecía que las cosas, en general, comenzaban a tener sentido, a tener claridad y una resolución agradable. Justo en ese punto, todo se empieza a torcer. Pero no es una caída progresiva, si al menos fuese así... No, siempre es dura, grande, intensa. Cuando algo se empieza a torcer, toda la estructura comienza a tambalear, pero no te da tiempo ni a reforzarla, sino que todo, absolutamente todo, se derrumba ante tus propias narices. Incluso aquel pilar que se veía el más fuerte, el más seguro e inamovible, se hace añicos.
Entonces, ¿qué te queda? Nada... Lo único, acostumbrarte a los movimientos inesperados que suceden, acostumbrarte a las caídas fatídicas...
Pero no es tan malo, ya lo ves, al final estás tan acostumbrada a que esas cosas ocurran que ya lo único que notas son leves, aunque intensas, sensaciones en tu interior. Esas que te dicen que las cosas están volviendo a acabar y que, en breves, deberás buscar en otro sitio el terreno para que puedas volver a edificar.
¿Crees que algún día lo conseguiré?
A veces me dan ganas de abandonar todo y necesito de un rayito de esperanza, algo que me haga creer... Pero la mayoría de las veces, vivo sin esa luz... Vivo por vivir... Con las manos vacias, solo las palpitaciones que me azotan, de vez en cuando, me recuerdan que sigo aquí...

1 comentario:

Nekane dijo...

¿cuándo me dejarás conocerte realmente? no es tan malo abrirse a las personas. que sé que lo haces: escribes y lo cuelgas en internet... pero no dejas que nadie pase d la muralla. y no soy la más indicada para hablar, lo sé, pq yo hago algo parecido. quizás es porque creo que tiene que ser bonito confiar en alguien!