Eran las doce de la noche y ella seguía dando vueltas por su oscura y solitaria casa.
Adoraba el silencio y disfrutaba de la tranquilidad que se respiraba.
Jamás, por muy tarde que fuese, encendía las luces.
Era su casa, la conocía a la perfección, por ese motivo vagaba por el pasillo en la más completa oscuridad.
Las horas se precipitaban con gran sigilo, mientras su cabeza confundida continuaba con sus desordenados pensamientos girando en espiral.
Recordaba un suceso de antaño, una caricia difusa, unas palabras vacias de toda emoción, un sentimiento congelado y el escalofrío que precedía a una reacción destructiva.
Sus mayores miedos se materializaban en aquellas imágenes violentas que se sucedían cada noche a la misma hora.
Eran las tres de la mañana.
Decidió que lo mejor sería prepararse un baño reparador.
Llenó la bañera con agua tibia, colocó las velas para recrear un ambiente confortable y relajante.
En su habitación, se quedó parada ante la delicada flor azul con destellos violetas que tanto le gustaba.
Quiso que esa dulce flor la acompañase.
El olor metalizado de su sangre se mezclaba con la cera de las velas.
El contraste de colores rojos, azules y violetas con aquella tenue luz era impresionante.
Resultó incluso irónico que, en sus últimos momentos de vida, hubiese alcanzado la perfección que había buscado durante toda su vida.
Jamás pudo imaginar que desprendería tanta belleza y delicadeza por cada poro de su piel.
Ya no había rencor, ya no había dolor, había logrado su meta, ahora podría disfrutar de su sueño eterno.
3 comentarios:
Niña, cada vez que escribes... matas...
Ese instinto asesino!!! xDD
es lo mejor que he leído en mucho tiempo, en serio. que se calle el mundo y dejen hablar a la melancolía ^^ solo así se escriben buenos textos!
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