jueves, 9 de julio de 2009

Acelera , me digo a mi misma, que el día es muy corto y aún me queda mucho camino por recorrer. El paisaje se precipita a mi alrededor, no sé exactamente hacía donde me dirijo, solo sé que me gustaría poder estar allí ahora mismo. Un poco más, un cruce sin señales, una recta kilométrica, el pie me pesa sobre el acelerador, la aguja del velocímetro sigue avanzando escandalosamente marcando el 130. Deja de pisarlo tanto que una multa por exceso de velocidad en estos momentos no te va a resultar nada agradable. La música resuena en mis oídos y sin poder evitarlo me pongo a cantar. ¿Cantar? ¿Desde cuándo sé cantar? La palabra más adecuada sería gritar… Elevo la voz, aun que mis palabras se quedan ahogadas por el volumen excesivo de la música. Curva a la derecha, curva a la izquierda, derecha de nuevo, joder, cuántas curvas. No sé de qué me quejo, me gustan las curvas, por eso siempre opto por viajar por carreteras secundarias, para hacer el viaje más ameno, curva hacía aquí, curva hacía allá, cambio de rasante, adoro conducir. Fíjate bien en los detalles, el camino es nuevo y perderse sería fatídico. La ansiada meta está frente a ti, un poco más, un poco más y habrás llegado.
Horas y horas sentada frente al mar, horas y horas esperando una sonrisa, horas y horas divagando sobre ti, horas y horas… mi mente no puede más… mi salud mental se deteriora, mis nervios se crispan, mi cabreo aumenta y esta sensación tan extraña se apodera de mi.
Jamás había experimentado tal sucesión de sentimientos, de emociones, de pensamientos encadenados, erróneos, martirizados.
¿Es soledad, es impotencia, es rabia lo que siento? ¿Es comprensión, debilidad, serenidad? ¿Es culpable, es inocente, es estúpida como me siento?
Peliculera, si, es cierto, soy una peliculera, para bien o para mal, pero así soy yo. La paranoia sigue en aumento, la visión de la realidad se ve en diferido, los sentimientos se contradicen, pero la parte buena de toda desgracia se ve, al final, multiplicada por mil.

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