Me miraba de una manera extraña, como si quisiera decirme algo y no fuese capaz de expresarlo con palabras. Podía reconocer en su expresión un atisbo de miedo mezclado con la curiosidad que a mi, también, me producían estas cosas.
Estábamos sentadas en la última fila del bus, la gente nos miraba raro. Ni que nunca hubiesen visto a dos chicas completamente vestidas de negro por ahí. Kendra tenía una melena larga rubia, unos dulces y carnosos labios y unos ojos de un verde profundo. Yo, a diferencia de su perfecta cabellera lisa, llevo el pelo ondulado, corto y oscuro. Supongo que la visión que dábamos era de dos jóvenes depresivas, sentadas una frente a la otra sin decir nada.
El bus llegó a nuestra parada y nos bajamos ante la atenta mirada de los demás viajeros. Solo nos bajamos nosotras, el conductor del autobús nos había dicho que hacía mucho tiempo que no tenía que parar por aquella zona, se había mostrado interesado en el por qué de que nos bajásemos allí, pero Kendra no hizo caso a su pregunta y yo, realmente no tenía ni idea.
La calle estaba desierta, no había edificios alrededor, las farolas más cercanas no llegaban a iluminarnos, pero la visión de aquella casa era fascinante. La poca luz que había en la calle hacía que pareciese más tétrico. Solo había pasado por delante de esa casa en dos ocasiones, de dia, y realmente atraía la belleza de sus formas, pero ahora era más impresionante.
Nos deslizamos por un caminito que iba a dar a una entrada lateral. Allí estaban esperando Christine y Sophie.
Christine parecía un ángel con su dulce carita de niña, daba la impresión de no haber roto jamás un plato, tenía una mirada triste, estaba cabizbaja esperando nuestra llegada. Sophie al vernos nos envolvió con su habitual alegría.
- Pensábamos que nos ibais a dejar solas.
Christine despertó de su ensimismamiento y nos miró. Estaba nerviosa, a ella le asustaba todo esto, nos había intentado convencer para no entrar, pero sabía que no le haríamos caso y decidió venir con nosotras a pesar de todo.
- Lo siento, se me había olvidado el amuleto en casa y regresé a por él.
El amuleto… siempre lo llevaba encima, pero ese día me lo había quitado un momento y se me había olvidado ponerlo nuevamente.
Todas teníamos un amuleto, eran ovalados y cada uno tenía un símbolo diferente. El mío simboliza a Dagaz, la confianza radical, la gloriosa luz del creador que alumbra, da vida y protege todo a su alrededor.La de Kendra es Kenaz que simboliza el fuego, representa la fortaleza, la energía y el poder.
Christine lleva a Fehu, representa los bienes afectivos, la riqueza espiritual y el poder material.
Sophie tenía a Laguz, que representa el poder de la intuición y la fueza del inconsciente.
Su función, en principio, era protegernos, sentir la unión de las runas.
Decidimos entrar, ya era de noche. La primera fue Kendra, siempre segura de si misma, la seguía Sophie, un poco más atrás Christine, cerrando la fila iba yo. Christine buscó mi mano en la oscuridad, yo no le negué su deseo y le cogí la suya. Sabía que se sentía insegura, sabía que necesitaba apoyo y yo, por supuesto, quería dárselo, siempre había sido mi protegida, ambas sentíamos una conexión, aunque a ojos de los demás no había nada.
Fuimos avanzando tramo a tramo toda la casa, en ese nivel no había nada que nos interesase realmente, nuestro objetivo era el tercer piso, aunque llegar no nos resultaría demasiado fácil ya que el paso del tiempo había deteriorado toda la estructura y las escaleras que antaño conducían a los niveles superiores habían terminado por ceder.
No fue una sorpresa encontrar una escalera hecha con cuerdas amarrada en una de las columnas del piso de arriba. Era un hecho la fascinación que le producía a los jóvenes entrar en casa abandonadas, por lo tanto, nos imaginábamos que aguantarían con nuestro peso.
De todos modos, a mi me parecía bastante inestable, por lo que decidí buscar una alternativa. La hallé en la otra ala de la casa, en lo que parecía haber sido una cocina, desde una de las ventanas había un árbol de fácil acceso y una de sus ramas daba a una ventana del piso de arriba. Les comenté que no me veía capacitada para subir por las cuerdas y que prefería intentarlo por el árbol.
Me resultó fácil trepar por él, las ramas eran fuertes y estaban bastante cerca las unas de las otras. Tampoco parecía muy complicado llegar al alfeizar de la ventana, me agarré al tronco y estiré la pierna tanteando la posibilidad de llegar de un salto. Estaba, más o menos, a un metro de distancia. Solté el tronco y me impulsé hacia la ventana. Entré, había escombros por el suelo y la oscuridad me impedía sortearlos con facilidad, me apoyé en la pared y fui bordeando todo obstáculo como pude. Llegué a una puerta y pasé a través de ella, volví a encontrarme a la intemperie, estaba encima de lo que imaginaba había sido un gran salón, situado en el centro de la casa. Me apresuré a entrar en la parte en la que ellas estaban. Me pareció un poco raro que esa parte de la casa estuviese en mejores condiciones que la otra.
Llegué al lado de Sophie que ya estaba arriba dándole la mano a Christine, la ayudé a subirla y esperamos a Kendra que no tardó ni un minuto en alcanzar la cima.
Dimos una vuelta por las cuatro habitaciones que había allí, cuando llegamos a la última, Christine nos señaló una de las paredes. Kendra la iluminó con una linterna.
(Marchaos. Correis peligro)
Parecía que las palabras no llevaban mucho tiempo ahí escritas. Sophie se rió nerviosamente diciendo que eran las 12 de la noche. Kendra me miró, sabía lo que quería decirme. Salió de la habitación y fuimos detrás de ella, llegamos al hueco de unas escaleras que llevaban al tercer piso. Kendra se disponía a subir, pero Sophie la agarró impidiéndole avanzar. No eran seguras, parecía que se caerían con el mínimo roce.
Agarré una cuerda que sobresalía tímidamente por el hueco y tiré de ella con fuerza, cedió lo suficiente para quedarse a la altura de nuestras cinturas, parecía estar fuertemente amarrada a algo arriba. Kendra agarró la cuerda y puse mis manos de apoyo para que subiese. Una vez arriba, nos pasó la cuerda y una a una fueron subiendo. Como yo no tenía ningún punto de apoyo, puse un pie en uno de los escalones y di un salto mientras las escaleras se caían, Kendra me agarró y tiró de mi hacia arriba.
Nos encontramos las cuatro de pie observando lo que había allí. La cuerda por la que habíamos subido estaba amarrada a una columna cercana. La subimos al escuchar ruidos de pasos en el piso de inferior. Parecía que alguien más había tenido la misma idea que nosotras, pero no nos apetecía encontrarnos con nadie más.
Christine se puso a dar vueltas por las habitaciones, estaba como ida, miraba sin ver nada, susurraba palabras imposibles de descifrar, se movía nerviosamente, se agarraba la cabeza como si le fuese a estallar.
Se paró en seco ante mi, su mirada era diferente, se giró y entró en una de las habitaciones, fui detrás de ella. Kendra y Sophie llegaron justo cuando Christine se disponía a hablar.
- Coge el anillo del hueco de la pared.
Su voz parecía calmada y segura, incluso parecía una voz más madura que de costumbre. La miré sin decir nada, mi cara hablaba por mi, yo no veía ningún hueco en la pared. Alzó su brazo señalando un tablón apoyado en una esquina. Me aproximé a él y la aparté. En la parte de abajo, cerca del suelo, había un hueco. Kendra me miraba inexpresiva, pero sabía que estaba deseando descubrir si era cierto. Metí la mano y toqué algo, lo saqué. Era un anillo en forma de rosa negra.
- ¿Cómo lo sabías?
Preguntó Sophie maravilla, aunque en el fondo sentía un poco de miedo.
Kendra me miraba, yo sentía como empezaba a palidecer. “Otra vez. Otra vez” Las palabras resonaban en mi cabeza. Si, otra vez le estaba pasando lo mismo. Christine salió de la habitación y volvió a ponerse a dar vueltas, Sophie no apartaba la vista de ella. Kendra se acercó a mi.
- ¿Estaba dentro?
Yo asentí y salió de la habitación. Me acerqué a Sophie que seguía con la mirada fija en Christine, mientras esta seguía dando vueltas confusamente. Kendra nos hizo un gesto para que nos acercásemos a ella. Estaba la lado de la columna donde la cuerda seguía atada. Pero a sus pies había un hacha.
- ¿Qué hace eso ahí?
- Lo acabo de ver ahora… pero antes…
Sophie la agarró entre sus manos, se giró hacia Christine y esta empezó a reirse.
- Está a punto de llegar…
Sophie tiró el hacha al suelo cabreada.
- Deja de hacer el imbécil, Christine.
Kendra la agarró y sin decir nada la condujo hacia el hueco de la escalera. Christine se apresuró hacia allí también y bajó de un salto. Kendra hizo lo mismo y Sophie se quedó de pie mirando para ellas. Se giró hacia mi, su rostro imploraba ayuda. Me situé a su lado y la agarré de un brazo para ayudarla a bajar. Me sentí cansada y me senté en el borde del hueco para bajar, pero mi cuerpo no respondía. No podía moverme, notaba como me pesaba todo el cuerpo, pero me encontraba tranquila, protegida, no sentía la necesidad de irme, me apetecía estar allí.
Sophie y Kendra me miraban con cierto nerviosismo, la mirada de Christine no estaba puesta en mi, miraba hacia mi lado.
- Aileen está a tu lado. El anillo es de su parte.
Noté como todo mi cuerpo se relajaba, ya podía controlar mis movimientos y salté. Sophie fue hacia las cuerdas, Kendra miraba a Christine con desconfianza, pasó por delante de ella y se fue. Yo salí tras ellas notando la respiración de Christine a mis espaldas.
Las dejé bajando por las escaleras. Pasé por la habitación donde antes habíamos encontrado la pared escrita, iluminé esa zona, pero ya no ponía lo mismo.(Lia)
Seguí avanzando sin prestar atención, fuera hacía frio, la luz resplandeciente de la luna quiso jugar con mi cordura haciéndome ver una sombra bajo la puerta a la que me dirigía. Me quedé quieta observándola, un ruido a mis espaldas me hizo girar, algo se había caído, cuando me volví hacia la puerta, ya no había nada. Me dirigí hacia ella entrando cuidadosamente para no tropezar. Antes, la ventana me había parecido más baja, ahora me resultaba complicado alcanzarla. Puse un pie sobre unas piedras que se habían caído de la pared y agarrándome al marco de la ventana logré subir. Volví a tantear la distancia, puse un pie sobre la rama más cercana y me abalancé sobre el tronco. Empecé a bajar asegurando los pies en cada rama, volví la vista hacia arriba y de nuevo creí ver una sombra, ahora parecía que tomaba la forma de una niña. Entré en la cocina y salí corriendo hacia ellas. Cuando llegué, Sophie estaba mirando hacia arriba, las otras parecía que estaban decidiendo quien bajaría primero. Christine me miró.
- Lia, ¿puedes subir y ayudarme a bajar por el árbol?
Las miré sin molestarme en ocultar mi escepticismo, pero retorné sobre mis pasos para ayudarla. Esta vez no miré hacia la ventana hasta llegar a la última rama, salté hacia ella y entré de nuevo. Ahora la distancia volvía a hacérseme más corta. Volví a pasar por encima del salón, de nuevo me encontraba en la misma habitación de antes, iluminé la misma zona y había escrito(Aileen)
Llegué al lado de Christine. Sophie nos gritó:
- Venga, rápido, que van a ser las 3 y no quiero llegar tarde.
Christine se giró hacia mi mostrándome una sonrisa perturbadora. Volvimos a pasar por la habitación, pero pude controlar la tentación de iluminar las letras, que seguro habían cambiado. Salimos de nuevo para entrar en la otra parte donde estaba la ventana por la que bajar. Algo volvió a caer tras nosotras, pero seguimos caminando. Entramos y fuimos hacia la ventana, se escuchaban pasos.
- Rápido. No sabes lo cerca que está.
La ayudé a subir a la ventana.
- Pasa tú antes y enséñame a bajar.
Me subí a la ventana con ella, había poco espacio para hacer algún movimiento. Ella se hizo a un lado para dejarme pasar primero. Alargué la pierna para tocar la rama cuando noté como me empujaban. Logré agarrarme al tronco con el impulso recibido. Miré hacia Christine que sonrió divertida. Empecé a bajar apresuradamente, llegué a la cocina justo cuando entraban Kendra y Sophie. Christine estaba entrando por la ventana cuando llegaron a mi lado. Nos volvimos hacia ella, quedándonos las unas frente a las otras.
Llegamos frente a la casa, seguía fascinada por la belleza tétrica con la que se veía. Fuimos alejándonos de allí, no reprimí las ganas de volver la vista atrás, sentí la calidez, escuchaba como me llamaban, la casa me atraía nuevamente hacia ella y yo sentía la necesidad de regresar…
5 comentarios:
ya me la sabia pero mola leerla de nuevo. ¿cuando dices que vamos? cuando hacemos ouija? o prefieres que te eche las cartas
MUAHAHA
Jajajaja
Vamos cuando quieras, pero que sea de dia... xD Si quieres estamos hasta que anochezca, pero entramos de dia, que sino no sé por dónde coño paso.
Y no flipes, no hago la ouija allí ni de coña, bueno, en ningún sitio... Se podría pensar, pero... no creo que lo llegase a hacer...
Y no necesito que me las eches... Te las echo yo? ^^
:p
Interesante historia. Quizás más rápida y menos pausada de lo que se merece. Cada cosa lleva su tiempo, incluso cuando la escribes. Tenlo en cuenta.
Sigue escribiendo, eres buena, sólo tienes algunas cosillas que pulir.
Biquiños.
enga enga las valientes!!!
ouija en casa destartalada, mmmm en la de oleiros??
y dejo q me posean otra vez espiritus q me cuentan el futuro xDDDDDDDDD
aissss q risas
no te me enfades laurita :P
Te lo dije ayer y lo repito xD
yo quiero!!!!
Publicar un comentario